Lean Composing: Lecciones de Hans Zimmer para lanzar nuevos negocios
Hoy más que nunca, necesitas una propuesta de valor holística. Por Pablo Fernández.
The End
¿Recuerdas cuando todavía ibas al cine? Al acabar, desaparecía el The End, subían los créditos y tú te volvías a casa silbando un trozo de la banda sonora. Apuesto a que aún la recuerdas para muchas de tus películas favoritas.
Ésta es la magia de los grandes maestros de la música para el cine. ¿Serías capaz de silbar un trozo de Star Wars, Indiana Jones o Superman del épico John Williams? ¿O de El bueno, el feo y el malo, Kill Bill o La Misión del legendario Ennio Morricone? Estoy seguro de que sí. ¿Y qué me dices de Batman Begins, Inception o Interstellar del apoteósico Hans Zimmer? Si lo piensas, éstas son mucho más difíciles. Es posible que hasta recuerdes que te gustaron pero no seas capaz de arrancar a silbar una nota.
No digo que ocurra con todas sus composiciones. Está claro que Hans Zimmer tiene de todo entre las más de 100 películas en su haber. Si estás pensando en El Rey León y Piratas del Caribe me quito el sombrero, para mí son también las dos excepciones más “sonadas”. Pero si revisas su filmografía, verás que no recuerdas muchos de los trabajos premiados de Zimmer. Y si es así, entonces:
¿Cómo ha hecho Hans para erigirse como el líder mundial de la música para cine en el S.XXI? ¿Y qué puedes aprender de su éxito para la nueva venture que estás diseñando?
La muerte de la melodía
Parte de la respuesta es que Hans tiene otra forma de trabajar. Una que resulta en trabajos más difíciles de recordar, sí, difíciles de sintetizar en un silbido, pero a menudo de mayor impacto.
El secreto está en la melodía, o en este caso, en su ausencia.
La melodía, la que tú te llevas a casa cuando termina la película, es el momento Eureka del compositor. Cuando John Williams, después de diez horas probando ideas en su piano, daba con ese puñado de notas que iban a acompañar la entrada triunfal de Darth Vader en escena o a Superman echando el vuelo, bajaba corriendo las escaleras al grito de “¡lo tengo!”.
Y lo celebraba porque sabía que acababa de dar con la pieza central del rompecabezas, la que daba orden y dirección al resto del proceso. Pues una vez escrita la melodía, los demás instrumentos y pistas tienen como misión principal arroparla. En términos startuperos, en el proceso de diseño de Williams, la melodía es la idea clave que da forma a su propuesta de valor y condiciona el resto de facetas del negocio.
Zimmer en cambio opta - a menudo - por no escribir una melodía. ¿Y qué le queda cuando se desprende de la melodía? Escucha Time, de Inception. ¿Qué es lo que te mueve? En un piano resumirías esa pieza en cuatro acordes. Pero en manos de Hans, esos cuatro acordes crecen en tamaño e intensidad durante más de cuatro minutos. Lo que te mueve no es la melodía, prácticamente inexistente, sino la profundidad de los espacios, la oscuridad de las texturas, la energía que aportan capa a capa la percusión, vientos y cuerdas que se van uniendo una a una inexorablemente.
Al elegir conscientemente no centrarse en una melodía, Hans gana la capacidad de centrarse en el resto de atributos de la experiencia final. De esculpir espacios, timbres, ritmos y texturas.
Zimmer sacrifica la melodía, la “idea feliz”, para poder ejecutar con maestría el resto de elementos y conseguir un mayor impacto emocional, una experiencia final de usuario más potente.
Un ejemplo bastante ilustrativo: mientras trabajaba con Christopher Nolan en poner música al Joker de The Dark Night (2008), Zimmer pasó la mayor parte de un año haciendo experimentos semanalmente con distintos instrumentos acústicos, electrónicos y con efectos de audio hasta dar con el timbre adecuado. En sus propias palabras, “buscaba algo que el espectador pudiera realmente odiar”. ¿La solución final? Un violoncello haciendo un eterno slide ascendente (deslizando poco a poco los dedos de manera continua por una única cuerda, para generar una única nota cada vez más aguda, sin saltar discretamente de nota a nota como harías con las teclas de un piano) que se prolonga y crece durante más de 30 segundos, procesado hasta casi hacer irreconocible su origen. ¿Melodía? Deliberadamente ninguna. ¿Efecto? Un sonido disonante y caótico que te desagrada y transmite el peligro, la locura y el miedo de estar cara a cara con el Joker.
En resumen, componiendo primero una melodía Williams gana una solución a priori (a menudo brillante en su caso) pero inevitablemente perdía libertad — el clásico “enamórate del problema, no de la solución”. Desprendiéndose de ella, Zimmer puede crear obras que llegan a romper la frontera entre compositor y sound designer, como en el ejemplo del Joker, para soportar más acertadamente la película y la visión de su director.
Lean Testing
Conviene destacar que al igual que en el mundo del diseño de nuevos modelos de negocio, esto no es solo fruto de un mejor planteamiento estratégico de Hans. La tecnología juega un papel fundamental.
John Williams, nacido en 1932, es 25 años mayor que Hans Zimmer. Cuando Williams comenzó su carrera como compositor en 1952, un piano era la mejor herramienta que un compositor tenía para simular la polifonía de una orquesta. Antes de ir al estudio, Williams no podía comparar su melodía interpretada por una flauta o un violín. Y mucho menos experimentar con el espacio donde era tocada la pieza: imagínate, literalmente suponía organizar dos sesiones, una en un auditorio y otra en una iglesia para escuchar los resultados.
Automáticamente componer quedaba reducido - permitidme simplificar - a elegir qué notas iban a conformar tu melodía y los acordes (armonía) que la iban a soportar, para después separar esas notas en las distintas partes que tocarían los instrumentos de una orquesta.
En cambio, en su estudio Zimmer escribe con una mano en piano y otra en el ratón. La tecnología con la que trabaja Hans Zimmer desde hace 15 años le permite hacer “lean testing” de sus ideas desde el día uno. Los samplers y softwares de grabación (DAWs) le permiten hacer A/B testing entre infinitos instrumentos y efectos para cada sección a golpe de click. Le permiten colocar esa “orquesta virtual” en uno o varios espacios, y ajustar cualquier detalle del eco de éstos (¿sonaría aún más épico en una catedral con cinco segundos más de reverberación?). En definitiva, le permiten testear y validar ideas que no tienen nada que ver con la melodía y acompañamiento de su pieza. En términos de innovación de modelos de negocio:
Sin la tecnología y el conocimiento para hacer lean testing, Zimmer nunca podría pasar del diseño basado en una “idea feliz” - la melodía - a uno integral donde el resultado de la propuesta de valor es mayor que la suma de sus partes.
No juegues a Furor con tu modelo de negocio
Aterricemos estas dos ideas en un contexto de emprendimiento. Emprendedor o no, todos hemos jugado alguna vez al juego de “tengo una idea brutal para un nuevo negocio”. A veces incluso con amigos: un servicio mensual de robots cortacésped, una app que te sugiere qué vestir cada mañana a la vista de tu calendario, etc. No digo que no haya negocios así: los hay. Pero la realidad es que este juego es el Furor — hablo del mítico programa de televisión — de los modelos de negocio. Sólo se puede jugar con ideas con melodía. Modelos de negocio alimentados por una idea feliz.
Ocurre lo mismo cuando diseñamos una venture, corremos el riesgo de dejarnos arrastrar por modelos con idea feliz demasiado pronto. Una buena melodía es pegadiza y fácil de comunicar. Y en un ejercicio interno de captación de ideas o una sesión de brainstorming de embriones de negocio disruptivos es difícil que una idea como, por ejemplo, Factorial - la plataforma cloud para simplificar los procesos de HR de pequeñas y medianas empresas - reciba toda la atención que se merece.
Hay propuestas innovadoras con potencial de convertirse en unicornio que no brillan antes de desarrollar todas las facetas del modelo de negocio y de someter a testing e iteración las hipótesis fundamentales que lo sostienen. Si Hans Zimmer hubiera tenido que pitchear a Christopher Nolan su idea para el tema de Inception silbando o cantando, no le habrían dado el trabajo. Y si te decantas por la implantación de una u otra idea sin un buen plan de testing completo bajo el brazo es probable que le acabes dando el trabajo a la idea equivocada.
Si te decantas por la implantación de una u otra idea sin un buen plan de testing completo bajo el brazo es probable que le acabes dando el trabajo a la idea equivocada.
¿Y en la implantación? En el mundo del Venture Building como en el de los top 40 hits, aun armado con una buena materia prima, la realidad de hoy es que la ejecución, las colaboraciones, la producción o el go-to-market y la distribución pesan más que nunca a la hora de adentrarte en un mercado que probablemente sea global, complejo y cuente con una variedad de oferta sin precedentes. Poner en marcha un modelo hoy requiere de más habilidades y “saberes” que nunca.
The End 2
Existen modelos de negocio altamente exitosos con propuestas de valor nacidas en un momento Eureka, como los hay con propuestas de valor de planteamiento más integral. En Igeneris hemos diseñado y llevado a la calle con éxito ambos tipos, y sabemos que en gran medida la decisión depende del contexto específico de cada empresa: sus aspiraciones, competencias clave, sector e industria y posición dentro de él, tolerancia al riesgo, pulmón financiero, etc.
Sea cual sea tu caso, estarás mejor preparado si te guías por las palabras de otro Hans, Hans Hoffman: “Simplificar es eliminar lo innecesario para que lo necesario pueda hablar”. Recuerda a Hans Zimmer: desprenderte de algo que puede parecer core hoy puede tener sentido si con ello logras enamorar con la experiencia final en su conjunto.
No juegues a Furor con tu modelo de negocio. Si tienes delante un modelo con melodía propia, perfecto, pero recuerda no aferrarte demasiado pronto. Si se trata de una propuesta de planteamiento más integral que merece el beneficio de la duda, sométela igualmente a un testing riguroso antes de decantarte. Y rodéate de compañeros de viaje que te aporten la experiencia y conocimiento que tú no tengas: metodologías de diseño y testing, experiencia montando y liderando un equipo desde cero, y capacidad para “hacer el puzzle” y llevar el modelo del papel a la calle con éxito.